“Más vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9)
“Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hechos 4:20)
En un programa de radio cristiana, solían preguntar: ¿Cuándo fue la última vez que le habló a alguien del Señor? ¿Cuándo fue la última vez que llevó a alguien a las reuniones? Y estás preguntas calan nuestros corazones. Ahora bien, también podemos preguntarnos colectivamente: ¿Cuándo fue la última vez que hicimos una reunión de evangelización? ¿Cuándo la última vez que comenzaron a congregarse con nosotros personas nuevas? Y si somos sinceros, esto también trabajará profundamente nuestros corazones. Pues no debemos dejar de predicar a Jesucristo a las almas y realmente, en eso, mostramos una gran debilidad.
Hay quienes se justifican diciendo: La gente no viene, porque no quiere caminar por el camino angosto… Y eso es bien cierto, pero no es justificativo, porque el Señor nos mandó a buscarlos, a llevarles el mensaje de salvación, no a esperar a que ellos vengan.
Por la gracia del Señor la gente viene de vez en cuando. Ven una congregación y se acercan. Pero, eso no es en sí en lo que podemos descansar. Debemos tener un celo santo para hablarles de Cristo a las almas perdidas y un cuidado especial cuando Dios trae un alma a nuestro lugar de reunión. Pues la ausencia del mensaje claro del evangelio, la descortesía y la falta de inteligencia espiritual para tratar con ellos y comprenderlos, podría desincentivarlos. Y, si eso sucede, Dios no se agradará de nosotros.
Continúa en la parte (2)
Pensamientos para reflexionar