“Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano” (Eclesiastés 11:6)
La Biblia cuenta cuando Israel fue sitiada por el ejército sirio. Había una hambruna tan grande que las madres se comían a los hijos. En ese tiempo, unos leprosos, condenados a habitar solos, fuera del pueblo; desfalleciendo de hambre, se dijeron el uno al otro: “Pidámosle de comer a los Sirios y si ellos nos dan vivamos y sino muramos”.
Al llegar al campamento sirio experimentaron algo extraordinario. Jehová Dios de Israel había asustado a los sirios con gran estruendo de ejércitos y caballos, de tal manera que los sirios huyeron dejando todo cuanto tenían. Los leprosos entraron en las tiendas y comieron y bebieron con gozo por haber encontrado la salvación, pero luego reflexionaron y “se dijeron el uno al otro: No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos” (2 Reyes 7:9)
Esta historia debe mover nuestros corazones. Nosotros somos como aquellos leprosos que alcanzaron misericordia de parte de Dios y conociendo este gran hecho que hizo el Señor a nuestro favor, no podemos dejar de compartirlo con los demás que están a punto de perecer.
Reflexionemos: El Señor viene y nuestros seres queridos, amigos y familiares necesitan la salvación antes de que sea demasiado tarde. Pensemos en cuántos de ellos no son salvos todavía.
Diariamente compartimos cosas con ellos. No perdamos la oportunidad, anunciémosle el evangelio de Jesucristo.
Pensamientos para reflexionar
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