“Dios, tú conoces mi insensatez, Y mis pecados no te son ocultos” (Salmo 69:5)
“La raíz del asunto se halla en mí” (Job 19:28)
Dios quiere que los creyentes vivamos arraigados y cimentados en amor, arraigados en Cristo. (Efesios 3:17) (Colosenses 2:7)
Arraigarse, es echar raíces. Hay una parte de los árboles y de las plantas que no se ve, y sin embargo, es fundamental: Son las raíces.
Así también, en los seres humanos, el ser interior, no se ve, pero es fundamental para mantener una vida feliz.
Las raíces se expanden y los árboles son sostenidos. Las raíces se hunden en las profundidades de la tierra buscando el alimento que mantiene la vida de todo aquello que se ve exteriormente. Sin raíces, no se podría mantener el árbol.
Dios nos habla también de otras raíces, y del cuidado que debemos tener con ellas. Son las raíces de amargura. Éstas, nos sostienen, pero, en amargura. “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” (Hebreos 12:15)
¡Qué cuidado debemos tener! Brota una raíz de amargura, y el alma ahonda en ella como encontrando una beta amarga donde abrevar.
Esa raíz, alimenta cosas malas en nosotros. Nos impide alcanzar la gracia de Dios, estorba espiritual, emocional y físicamente. Quita de nosotros el gozo, obstaculiza nuestra oración, y muchos son contaminados al envenenarse con lo mismo que nos hace daño.
(Véase Efesios 4:31-32)
Pensamientos para reflexionar
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