UN DIOS QUE PERDONA Y RESTAURA

“Si no me ayudara Jehová, Pronto moraría mi alma en el silencio.  Cuando yo decía: Mi pie resbala, Tu misericordia, oh Jehová, me sustentaba. En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, Tus consolaciones alegraban mi alma” (Salmo 94:17-19)


Si no me ayudara el Señor, pronto mi alma moraría en el silencio… ¡Cuántas veces hemos sentido esa sensación! Cuántas veces hemos vivido que nuestro pie resbala, que no damos más, y allí aparece el Señor y levanta el yugo de nuestra cerviz (Oseas 11:4) y tenemos consuelo, y repentinamente las cosas ya no pesan de la misma manera.

¡Qué terrible es haber caído!¡Cuántas veces en la multitud de nuestros pensamientos vimos todos los caminos cerrados! Es como si alguien nos refregara en la cara: “No hay medicina para tu quebradura; tu herida es incurable” (Nahún 3:19) “por demás multiplicarás las medicinas; no hay curación para ti” (Jeremías 46:11) “Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?” (Salmo 42:3) Y el diablo lo disfruta y se goza mientras nuestro corazón se derrite.

Sin embargo, allí está el Señor. Él permanece fiel e inmutable y nos levanta en su amor. De una manera que no comprendemos, la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, vuelve a llenar nuestros corazones. (Filipenses 4:7) y nos levantamos, y seguimos, porque el Señor nos conduce haciéndonos ver que ahora podremos hablar de la gracia de Dios, pero de otra manera, habiéndola experimentado de una manera especial.

¡Bendito sea nuestro Señor! “Que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad. No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia” (Miqueas 7:18)


Pensamientos para reflexionar

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