“Por eso pues, ahora, dice el Señor, convertíos a mí con todo vuestro corazón” (Joel 2:12)
La conversión no es la mejora de la vieja naturaleza arruinada por el pecado, es la obra de Dios que comunica una nueva vida, y cambia radicalmente a la persona; pues cambian sus hábitos, costumbres, pensamientos y sobre todo, su destino eterno.
La palabra CONVERSION, viene del latín, y significa: transformar, hacer distinto. Por eso se utiliza para todo cambio, o media vuelta.
El hombre caído en pecado se encuentra en un estado completamente al revés de cómo fue creado. Llama a bueno a lo que es malo, lindo a lo feo, busca el bien en el placer, en lugar del placer en el bien. Se cree libre y es un esclavo. Contradice y deshecha a Dios en lugar de buscarlo y camina en la vanidad de su mente que se encuentra en enemistad con Dios (Colosenses 1:21) Por eso, toda persona necesita esa obra de Dios que lo haga volverse y considerando su estado de perdición aceptar a Cristo como Señor y Salvador.
La Biblia enseña que la CONVERSIÓN es a Dios. “Os convertisteis de los ídolos a Dios…” (1Tesalonicenses 1:9) no al evangelismo, ni a la iglesia…
Alguien puede convertirse de una vida mundana a una vida religiosa, o de una fe cristiana a otra, pero esto no es la verdadera conversión. La conversión verdadera, es volverse a Dios, pasando de muerte a vida.
Pensamientos para reflexionar
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