
El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche. (Hechos 20:7)
“Si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es juzgado; lo oculto de su corazón se hace manifiesto; y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros” (1 Corintios 14:24,25)
¿Todas las reuniones de la Iglesia son iguales, o, por ejemplo, la reunión de culto, donde se celebra el partimiento del pan es más importante que las demás?
Todas las reuniones donde se reúne la iglesia como tal y en su totalidad, alrededor del Señor Jesús y en su Nombre, son de igual importancia. No está bien hacer distinción entre reunión y reunión para decidir, por ejemplo, a cuál reunión asistir y a cuál no. Tampoco pensar que para el partimiento del pan debemos asistir bien presentados, correctamente vestidos, pero, en las otras reuniones podemos distendernos dándole menos importancia. Pues la importancia la da Aquel que nos reúne. La solemnidad la produce la conciencia de que en todas las ocasiones cuando nos reunimos como iglesia está el Señor en medio nuestro, y eso aporta algo especial. Pues tal como está escrito: “el lugar será santificado con mi gloria” (Éxodo 29:43) En ese sentido, todas las reuniones son iguales de solemnes y debemos por respeto a nuestro Señor cuidar todos los detalles: Nuestra apariencia, asistencia, puntualidad y por sobre todas las cosas el estado espiritual en el que nos presentamos. Lo que sí cambia de reunión en reunión, es lógicamente, el motivo de la reunión. La Iglesia se reúne para el partimiento del pan y la adoración, para edificación, para la oración… y cada una de estas reuniones tiene su carácter particular.
Continúa en la parte (2)
Pensamientos para reflexionar