
“El hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios; porque le son insensatez; ni las puede conocer, por cuanto se disciernen espiritualmente. Mas el hombre espiritual lo discierne todo, y él mismo no es discernido de nadie. Porque ¿Quién ha conocido la mente del Señor, para que le enseñe? Nosotros empero tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2:14-16)
Hay muchos que ignoran las cosas de Dios y lo reconocen y otros que, ignorando el pensamiento de Dios, se toman el atrevimiento de cuestionar a su creador. Se consideran lo suficientemente inteligentes como para discutir sobre los temas de la fe, porque aducen haber leído la Biblia, y por ello, opinan y acusan a Dios de contradecirse, de cambiar en los tiempos y de tantas otras blasfemias.
Estas personas son como aquel siervo mencionado en los evangelios, que decía conocer a su Señor y lo declaraba, como un hombre duro que segaba donde no había sembrado y recogía donde no había esparcido (Mateo 25:24) Un conocimiento totalmente falso.
Cuando Nicodemo se acercó al Señor, a pesar de su posición religiosa como Fariseo, su conocimiento de las Escrituras y de lo que decía comprender acerca de Jesús como venido de Dios, el Señor le dijo que era necesario nacer de nuevo para poder ver y notar y comprender las cosas del reino de Dios (Juan 3:3) Nadie que no haya nacido de nuevo, nacido de Dios, puede comprender la mente de Dios y entender las Escrituras, porque para el hombre natural, todo eso le es una locura (1 Corintios 2:14)
Jamás discutamos con los incrédulos sobre temas bíblicos, sino prediquémosle a Cristo, hablándoles de la verdad, porque la única manera de que puedan ver las cosas como realmente son, es si se convierten.
Pensamientos para reflexionar