“Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6)
“Mejor es humillar el espíritu con los humildes Que repartir despojos con los soberbios” (Proverbios 16:19)
“Porque tú salvarás al pueblo afligido, Y humillarás los ojos altivos” (Salmos 18:27)
Dios dice en su Palabra: Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra (2 Crónicas 7:14) Y esto es lo que necesitamos.
Muchos dirán que es difícil humillarse colectivamente, porque son sentimientos que a veces no todos tienen, y es cierto, pero, de todos modos, sabiendo que esa es la salida, hay que comenzar humillándose delante del Señor uno mismo. Detener todo y pararse delante de Dios clamándole que tenga misericordia de nosotros. Así lo hizo Esdras, en oración con gran angustia y se juntaron con él unos pocos, los que temían la Palabra, pero luego se sumaron los demás (Esdras 9:3-5 y 10:1)
Hoy es el tiempo de detenernos para humillarnos delante de Dios. Porque hoy es el tiempo de empezar de nuevo, y no podremos empezar de nuevo, solucionando nuestros problemas, si, primeramente, no nos humillamos y hacemos confesión de todo delante de Dios.
Esto es lo que nos conviene en lo personal, familiar y como congregación… Humillarnos, buscar al Señor en los pequeños detalles, no buscando nuestra voluntad sino la suya, convirtiéndonos de nuestros caminos, para marchar de ahora en más de una manera diferente. Entonces el Señor responderá, perdonará y sanará todo aquello que no esté sano.
Pensamientos para reflexionar