SERÁS SALVO TÚ Y TU CASA

“Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos” (1 Corintios 7:12-14)


Muchas veces oímos que los hijos de los creyentes son bendecidos por sus padres. Qué los hijos de los creyentes son “santos” (1 Corintios 7:14) como también decir enfáticamente: “Serás salvo tú y tu casa” (Hechos 16:31) Debido a eso, algunos llegan a la conclusión que ahora que creyeron en Cristo, sus hijos serán salvos finalmente, vivan como vivan, porque así lo prometió Dios.

¿Es correcto ese razonamiento? ¿Es justa la interpretación de esos versículos bíblicos?

Que los hijos de los creyentes son bendecidos gracias a sus padres con bendiciones que los que no conocen a Dios no tienen, es cierto. Y que los hijos de los creyentes son santos, también, pero entiéndase por santos, no que son salvos, sino que son apartados, puestos en un lugar de privilegio para que el trabajo de Dios se cumpla en sus corazones y confíen en Jesucristo como su salvador. 

Con respecto a “cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa” También debemos interpretar que allí no hay ninguna promesa para el carcelero de que toda la casa seria salva, sin importar si rechazaban la gracia o no; sino que, creyendo, sería salvo, y no solo él, sino también toda su casa, pero siempre sobre la base del creer. El que rehúsa creer en Jesús como su salvador, irremediablemente se pierde a pesar de que sus padres sean creyentes fieles.


Pensamientos para reflexionar

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