“Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17)
“Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (Efesios 5:8)
“Para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios” (1 Pedro 4:2)
Hay personas que reciben a Cristo como Salvador y no dejan dudas acerca de su conversión. Pero hay otros que, aunque dicen ser salvos, no manifiestan haber pasado de la muerte a la vida. Siguen viviendo de la misma manera, frecuentando los mismos lugares que antes, y sujetos a las mismas pasiones.
Hay quienes explican esto diciendo que hay dos clases de creyentes salvos, los que son espirituales, porque recibieron el Espíritu Santo y los otros que, aún deben esperar recibir la promesa.
Eso es totalmente falso. No hay salvo que no tenga el Espíritu Santo. La Biblia lo dice claramente que “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo no es de él” (Romanos 8:9) El Espíritu Santo es el sello que pone Dios sobre su propiedad, desde el momento mismo de la conversión. (Efesios 1:13) no algo que se reciba después.
Lo que sucede es que mientras algunos cambian, porque reciben a Cristo como su Salvador, y pasan de muerte a vida. Otros, simplemente están de acuerdo con el evangelio. Reconocen que es un buen mensaje, y toman cierto compromiso con la causa cristiana, pero sin entregar su corazón, ni rendir su vida al Señor. No experimentan el verdadero arrepentimiento, ni se sienten pecadores perdidos, aunque estén de acuerdo con que lo son. Esas personas, lógicamente, no son salvas, simplemente, están de acuerdo con el evangelio.
Pensamientos para reflexionar