SEPARACIÓN Y DIVISIÓN

“Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis toda una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Corintios 1:10)

“Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos” (Levítico 20:26)


Dios es santo, por lo tanto, como la misma palabra “santo” lo implica, es un Dios de separación. La separación es un principio bíblico que vemos desde el principio en las Escrituras. “Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas…” (Génesis 1:7) Dios siempre separa lo que no puede ni debe estar junto.

Hay algo que a veces se confunde con la separación y es la división. Estas cosas, aunque se parezcan, son cosas distintas. Dios separa, el hombre divide… Dios separa lo que no puede estar junto. El hombre divide lo que debe estar junto y mantenerse unido. 

El creyente está llamado a andar en la luz. A apartarse de la iniquidad, a huir de la idolatría. “Porqué ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?…  ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos?” (2 Corintios 6:16) Sobre todas las cosas que no van, debe aplicarse inexorablemente el principio de separación.

“Jesús murió para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Juan 11:52) Por eso, somos llamados a mantenernos separados del mal, unidos en el bien. “Siguiendo la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor” (2 Timoteo 2:22) Apartándonos de “los que causan divisiones” (Romanos 16:17)

Pensamientos para reflexionar

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