EJERCÍTATE PARA LA PIEDAD

“Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1 Timoteo 4:7,8)


La piedad, bíblicamente, es algo más que lo que define el diccionario común acerca de ella, pues se basa en la relación de nuestra alma con Dios, y tiene su misterio, su secreto, en estar ocupado y en comunión con Jesucristo, Dios manifestado en carne (1 Timoteo 3:16)

El versículo del encabezamiento nos recomienda ejercitarnos en ella, con promesas para esta vida y para la venidera.

Muchos se preguntarán: ¿Ejercitarse para la piedad? ¿Cómo?, ¿eso no nace solo naturalmente? La piedad necesita un ejercicio y se ejercita mediante la lectura de la Palabra que nos ocupa de Cristo, hablándonos al corazón. Debemos leer la Biblia no como si lo que nos dijera estuviera dicho para los demás, sino, aplicándola a nuestra condición, sin tomarla como si fueran “palos” que vienen para golpearnos. Recibir la palabra con mansedumbre, porque esa palabra es poderosa para salvar nuestras almas de muchas equivocaciones y malos momentos. (Santiago 1:21) Y debemos ejercitarla en oración.

El famoso pianista polaco Ignacio Padereuski, Una vez le contestó a quien le preguntaba por su prolongado tiempo de ejercitación: -Si no practico un día, lo noto yo. Si no practico en dos días, lo advierten mis colegas. Y si no practico en tres días se da cuenta todo el mundo”.

Lo mismo ocurre en el plano espiritual. Quien no ejercita la piedad en su comunión diaria con el Señor pronto se evidenciará.


Pensamientos para reflexionar

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