
“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (1 Pedro 5:8,9)
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7)
El Señor conduce a los suyos yendo delante de sus ovejas, las cuales oyen su voz y le siguen (Juan 10:3,4) Satanás arrea a los que tiene bajo su dominio desde atrás, colocando delante de ellos aquellos cebos ante los cuales la carne corre precipitadamente a su perdición. Si un cebo no funciona, utiliza otro, como así también su inmenso poder intimidatorio para que la gente siga adelante. Por esta razón, es que muchos dicen: “Yo nunca me enfrente con el diablo. Nunca tuve problemas con él”, o cosas por el estilo.
Lógicamente, hay quienes nunca se enfrentaron con el diablo, porque nadie se enfrenta con el diablo cuando marcha junto a él, en la misma dirección. El enfrentamiento viene, cuando se detiene, se convierte, cuando da media vuelta y se vuelve a Dios. Allí se enfrentará con quien viene detrás conduciéndolo a la perdición.
El pueblo hebreo, esclavo en Egipto, tuvo problemas con faraón, figura de Satanás, quien esclaviza y aflige en Egipto, figura del mundo, cuando se detuvo, escuchando la voz de quien venía a liberarlo y estuvo presto a salir de la esclavitud. Allí se enfrentaron con alguien que multiplicó sus pesares y no los quiso soltar. (Véase Éxodo capítulo 5)
Su astucia y gran poder se harán manifiesto, pero en Cristo somos más que vencedores, y si sometidos a Dios, le presentamos resistencia, Satanás finalmente huirá de nosotros.
Pensamientos para reflexionar