“Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (1 Timoteo 2:1,2)
Porque “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto” (Lucas 16:10)
El apóstol Pablo al escribirle a los Efesios y a los Colosenses, los llama “santos y fieles” ¡Qué hermosa mención! Alguien, al hablar sobre esta mención dijo algo muy interesante. Santos son todos aquellos que han confiado en Dios y que por lo tanto están apartados para él como propiedad suya. En cambio, fieles, son aquellos en los cuales Dios confía y a los cuales puede confiarles cosas, porque gozan de su confianza. Esa es una buena definición.
La Palabra nos habla acerca de personas fieles en quienes se puede confiar. La Madre de Timoteo era una mujer judía fiel. (Hechos 16:1 RVR 09) No sabemos porque estaba casada con un hombre que era griego y que no se menciona como creyente, pero sabemos que fue fiel y que Dios bendijo la vida del hijo que le había confiado.
Si somos fieles, Dios nos confiará cosas grandes. Si somos fieles en lo personal y como iglesia, Dios atraerá a las almas que él mismo trabaja para que vengan a la reunión de los congregados al nombre del Señor. Pues, ¿cómo podría Dios vincularnos con personas si no somos fieles ni estamos preparados para recibirlas? Lo que Dios nos confía y pone en nuestras manos, es un indicador de nuestra fidelidad. Por lo tanto, esforcémonos en caminar con un corazón amplio en un camino angosto y la congregación crecerá para la gloria de Dios.
Pensamientos para reflexionar