“Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13,14)
El justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma. (Hebreos 10:38,39)
Alejandro Magno, al desembarcar en la costa fenicia, al ver que las tropas enemigas lo triplicaban en número y el corazón de sus hombres desfallecía; prendió fuego las naves en las que habían navegado y les dijo a sus hombres: Mirad como se queman las naves. Vamos adelante hacia la victoria, porque retroceder y volvernos no nos es posible. La única alternativa que tenemos es la de vencer.
Esta historia es ampliamente conocida en todos los medios, ya que la enseñanza es bien clara. Ante ciertas situaciones, se deben quemar las naves para no caer en la tentación de temer y volver atrás.
El cristiano, ha dejado el mundo para seguir a Cristo. Pablo quemó sus naves al entregarse al Señor, y no solo estimó en el momento de su conversión todo lo que dejaba atrás que lo ligaba a su judaísmo, como basura, sino que lo siguió estimando siempre de esa manera, a pesar de que en su vida pasada, esa era su gloria. (Filipenses 3:4-8)
Retroceder no podemos. Debemos cortar con todo aquello que nos sirva de tentación y medio para incitarnos a no avanzar. Cortar con costumbres, hábitos, personas o cosas que el enemigo pueda utilizar para obligarnos a retroceder en el camino cristiano.
Recordemos que Jesús dijo: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:62)
Pensamientos para reflexionar