
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser” (1 Corintios 13:4-8)
El amor es un tema siempre de moda. Poesías, canciones, películas y todas las expresiones del arte mencionan al amor… Sin embargo, los tiempos que vivimos son muy distintos de lo que pregonamos o lo que deseamos. La Biblia anunciaba de antemano que vendrían tiempos donde los hombres serían amadores de sí mismo… y amadores de los deleites más que de Dios (2 Timoteo 3:2 y 4) Algo que constatamos a diario.
Diariamente conocemos a personas que no quieren oír el evangelio, porque son amadores de los deleites y saben que, si se convierten, su vida cambiaría. Moisés fue distinto, él, por la fe, escogió “ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado” (Hebreos 11:25)
Diariamente también conocemos a personas amadoras de sí mismo. Esas personas muchas veces pasan desapercibidas en medio de una sociedad tan egoísta. Ellos se enamoran, se casan y entablan relaciones como cualquiera, pero si se sienten perjudicados o algo toca su ego, enseguida se encargarán de mostrar la triste realidad. Esa que dice: “Te puedo querer mucho, pero más me quiero yo”. Y que los hace seguir adelante sin tener la más mínima consideración.
Debemos tener presente: El verdadero amor es de Dios. Un amor que el mundo desconoce. Amor que nos fue manifestado en Cristo (Romanos 5:8) y que Dios pone en el corazón de los renacidos (Romanos 5:5)
Pensamientos para reflexionar