
“Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti” (2 Timoteo 1:6)
“Y el fuego encendido sobre el altar no se apagará, sino que el sacerdote pondrá en él leña cada mañana, y acomodará el holocausto sobre él, y quemará sobre él las grosuras de los sacrificios de paz. El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará” (Levítico 6:12,13)
Hay un corito que dice: “Que no se apague el fuego que hay en mi corazón, que no se apague el fuego que siga ardiendo más y más…” Que expresa el deseo que tenemos todos los creyentes de no apagarnos y estar siempre ardientes para el Señor.
Todo lo que encontramos a nuestro alrededor tiende a apagar ese fuego santo por el Señor y sus cosas, porque lo que nos asedia, tiende a llenarnos de las cosas del mundo y esto siempre termina bajando la fogosidad que debemos tener quienes hemos experimentado la gracia de Dios en nuestras vidas.
Por eso, para que no se apague el fuego, tenemos recursos que nos ha dejado el Señor en su gracia que no debemos desaprovechar.
Hay un dicho que dice: Un leño solo no arde. La Palabra de Dios nos habla de la necesidad de congregarnos, de estar juntos con aquellos que tienen la misma fe y esperanza puesta en el Señor Jesucristo. “No dejando de congregarnos” (Hebreos 10:25) De estar a los pies del Señor escuchando su Palabra. “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (Lucas 24:32)
En la antigüedad, Dios había mandado que el fuego del altar no se apagara, pues debía arder continuamente. (Levítico 6:12,13) Hoy , nosotros, como los antiguos sacerdotes, debemos mantener ese fuego ardiendo cada día para el Señor.
Pensamientos para reflexionar