“Escapa por tu vida; no mires tras ti” (Génesis 19:7)
“Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22:15,16)
“Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Hebreos 10:39)
Dios busca al hombre y le muestra el camino que debe seguir. Ese camino es Jesús (Juan 14:6) Sin embargo, muchos, dan el primer paso, confiesan creer en Cristo como Salvador, pero se detienen. Tienen una vida para vivir como testigos de la gracia de Dios, pero algo los frena.
Pablo tuvo una conversión maravillosa y nunca perdió el tiempo luego de haber confesado a Cristo. Sin embargo, se le dijo: “Serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22:15,16)
Más allá del caso particular de Pablo, es en esa frase tan particular: “¿Por qué te detienes? …” en la que quisiéramos meditar hoy.
Si somos sinceros reconoceremos que muchas veces el Señor tendría que preguntarnos lo mismo. Si alguien dice haber recibido a Cristo, ¿por qué se detiene? ¿Por qué no confiesa su fe y se bautiza? ¿Por qué no asiste a las reuniones regularmente? ¿Por qué no muestran una entrega completa y un compromiso firme con Cristo?
Sin duda, cada uno de nosotros tendrá su propia respuesta, pues no todos vivimos la fe de la misma manera. Pero, esta pregunta que flota en el aire, tiene que hacernos pensar y ayudarnos a revertir cualquier situación.
Hermanos tomemos fuerza: ¡Vamos adelante a la perfección! (Hebreos 6:1)
Pensamientos para reflexionar