Jesús dijo: “fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24: 46,47)
Pablo dijo: “Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia… testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:18 ,21)
Muchos se preguntan: ¿Qué hay que predicar? La respuesta es sencilla, el inconveniente aparece, cuando aparecen los razonamientos humanos.
Muchos piensan que vivimos tiempos de grandes necesidades espirituales donde es necesario predicar, pero, sin ser demasiado incisivos, sin denunciar abiertamente el pecado.
Se oye decir: ¡Hay que hablar más del amor de Dios! Y menos de la condenación del infierno… A los jóvenes no hay que hablarles de los pecados carnales, ni de promiscuidad, eso los ahuyenta… y muchos aceptan estas sugerencias sin preguntarse: ¿Qué dice Dios al respecto?
Dios nos muestra en su Palabra la cual permanece para siempre que, al pecado hay que llamarlo pecado, sencillamente sin eufemismos. Lógicamente, no se trata de ir golpeando a las personas con frases acusatorias, sino de predicar el mensaje de salvación.
Estando Pablo en Atenas, donde era más fácil encontrar a un dios que a un hombre, cuando la gente se interesó en escucharlo, les habló conforme a su necesidad sobre la religiosidad y la idolatría, y les predicó el evangelio (Hechos 17:16-31) Cuando testificó frente a Félix y Drusila su mujer, Les habló de Jesucristo, pero consciente de que eran personas gobernadas por su lujuria, disertó sobre el dominio propio y el juicio venidero. (Hechos 24:24,25)
Siempre habló de Jesucristo, pero disertando conforme a la necesidad de cada corazón, y no con un mensaje dulce como para quedar bien.
Pensamientos para reflexionar