
“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4:1,2)
“Habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (Tito 2:1)
Muchos preguntan: ¿Por qué actualmente, no se ven grandes conversiones como se veían antes, donde quien se entregaba a Cristo lo manifestaba en su vida de una manera evidente? Ante esta pregunta, debemos decir que por la gracia de Dios, siguen habiendo aún conversiones así. Pero, sin embargo, la pregunta presenta una realidad.
Un predicador decía: La gente actualmente no se convierte como antes porque no se arrepiente. Y no se arrepiente porque no se ve delante de Dios. Porque muchas veces el mensaje, el entorno desde donde se predica y todo alrededor, no muestran a un Dios Santo. Por eso, la gente no se conmueve. Pues donde se contrista al Espíritu y no hay santidad, nadie ve al Señor.
Isaías al ver al Señor, cayó como muerto y se sintió nada ante esa santidad (Isaías 6:5) Pedro, también, al ver la grandeza y santidad del Señor dijo: “Apártate de mí que soy hombre pecador” (Lucas 5:8)
Actualmente, el mensaje del evangelio se proclama con mucho cuidado para no ofender a nadie, para no caer mal, para no dar una imagen religiosa… y se diluye la verdad como para quedar bien con todos predicándoles los que ellos quieren oír.
Debemos tener cuidado con eso. Dios siempre resplandecerá iluminando a los hombres que están en tinieblas, pero, nosotros, no debemos opacarlo para quedar bien y ganar adeptos. Sino predicar fielmente el mensaje de Dios.
Pensamientos para reflexionar