“No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad” (Romanos 6:12,13)
“Mas si así no lo hacéis, he aquí habréis pecado ante Jehová; y sabed que vuestro pecado os alcanzará” (Números 32:23)
Alguien parafraseando el slogan de las tarjetas de crédito dijo: Podemos decir que el pecado es como la tarjeta de crédito: “Peque ahora, páguelo después” …
Con las tarjetas de crédito muchos viven una irrealidad. Como niños, piensan que comprar a crédito es fácil, basta con pasar la tarjeta y se adquiere lo deseado. Pero ¡cuidado! que eso no es gratis, y hay que pagarlo. Por lo general, el negocio bancario consiste en que uno no se preocupe y que financie sus compras, teniendo la opción de hacer un pago mínimo. Pero de esa manera uno se sigue endeudando hasta que no da más. Lo mismo sucede en la vida espiritual.
Es fácil ceder en un segundo al pecado, pero no hay que olvidar que el pecado no es gratis. Las cosas se pagan indefectiblemente. “Tu pecado te alcanzará” (Números 32:23) Por eso, tampoco es bueno “cubrir lo mínimo”, sino responsabilizarse por todo, asumiendo delante de Dios que uno ha pecado y detenerse allí, no endeudándose más. Confesar hasta el último detalle sin excusas ni contemplaciones. Que al corazón contrito y humillado no lo despreciará Dios (Salmo 51: 17) y “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos de nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9) Porque al que dijere “pequé y pervertí lo recto y no me ha aprovechado” (Job 33:27) Dios le redimirá.
Pensamientos para reflexionar