“Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez” (Hechos 17:30,32)
“Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré” (Hechos 24:24,25)
Siempre habrá personas como las que encontró el apóstol Pablo que ante el mensaje se burlen, y otros que querrán dejar para más adelante la decisión más importante de su vida que es la de aceptar a Cristo como Salvador.
Dejarlo para otro momento es muy peligroso. El mañana no es nuestro. La Biblia dice: “No sabéis lo que será mañana” (Santiago 4:14) Hoy mismo puede venir el Señor a quien esperamos desde los cielos, y mañana sería demasiado tarde. Hoy mismo puede terminarse nuestro tiempo en la tierra y pasar a la eternidad sin haber arreglado las cuentas con Dios sería algo terrible.
Además, como suele decirse: Mañana es el camino que lleva a la ciudad de nunca.
¡Qué cuidado hay que tener! Un hermano que trabajó mucho en la obra del Señor predicando el evangelio, decía: <Quienes empiezan a venir a las reuniones y escuchan el mensaje cotidianamente, y no se convierten en un plazo relativamente corto, vemos que no se conviertan nunca>. Obviamente, mientras la gracia de Dios esté disponible, habrá posibilidades, pero esas expresiones se referían a como el alma se va encalleciendo, se insensibiliza y finalmente las personas se pierden, a pesar de que estuvieron en un tiempo siendo trabajados por Dios para vida eterna.
Quien escucha el evangelio debe responder inmediatamente abriendo su corazón y recibiendo a Cristo.
No hay que dejar pasar el momento.
Pensamientos para reflexionar