
“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8)
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7)
“Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo” (Efesios 4:25,26)
¡Qué cuidado debemos tener en no darle lugar al diablo!
Muchos preguntan si un creyente, puede estar poseído por el diablo por haberle dado lugar en su vida.
La gente que no tiene a Dios en su corazón puede ser poseída por los demonios que son los espíritus malos de los ángeles que siguieron a Satanás en su rebelión, pero quienes tienen a Cristo como su Salvador, como son habitados por Dios, porque son templo de Dios (1 Corintios 6:19) de ninguna manera pueden ser poseídos. Dios y los demonios no pueden habitar juntos.
Lo que sí puede pasarle a un creyente, pero es una cosa completamente distinta es estar bajo la influencia del diablo a quien le está dando lugar en su vida.
El versículo de referencia nos enseña a tener cuidado con la ira, y a no terminar el día guardando el enojo. Porque cuando nos enojamos y no perdonamos. Cuando no confesamos lo que hemos hecho mal, y buscamos tranquilidad apartándonos sin hablar, acostándonos sin orar… le estamos dando lugar al diablo para que gane terreno y haga su obra.
Ni bien nos concienticemos que llevados por la ira hemos obrado mal, confesemos nuestra falta ante Dios y ante quienes hemos herido, y no le daremos lugar al diablo.
Pensamientos para reflexionar