
Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir” (Hebreos 11:17-19)
Abraham fue un gran hombre de Dios, padre de los que son de la fe (Gálatas 3:7) “Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios” (Santiago 2:23)
¡Qué privilegio el de ser llamado amigo de Dios! Ante un amigo uno puede hablar sin reservas, volcar el corazón, sentirse escuchado y saberse amado sin tener que disimular nada. Un amigo tiene un lugar especial en nuestro corazón.
Más llegó un día, en el cual se cumplió para Abraham la promesa de Dios, y Sara dio a luz a Isaac. ¡Qué gozo para aquellos padres! De allí en más, Abraham se gozaba viendo crecer a su hijo en el cual estaban garantizadas las promesas divinas.
El corazón humano fácilmente se llena de aquello que ama, pero Dios, que es el dador de todo, debe ocupar el primer lugar. Abraham amaba a su hijo de una manera especial, y Dios probó hasta donde llegaba ese amor, diciéndole que lo ofreciera en sacrificio. ¡Qué prueba tan grande! En esta ocasión no había ninguna promesa como cuando Dios lo llamó, pero Abraham no dudó. Pasó la prueba de una manera perfecta, porque estuvo dispuesto a ofrecerle a Dios lo que tanto amaba su corazón. Para Abraham, primero era Dios. En su hijo estaba la garantía de lo prometido, pero la fe puede prescindir de todo, menos de Dios.
Pensamientos para reflexionar