“Porque si dijeres: Ciertamente no lo supimos, ¿Acaso no lo entenderá el que pesa los corazones? El que mira por tu alma, él lo conocerá” (Proverbios 24:12)
Alguien decía: Todo lo que hacemos, lo hacemos por dos motivos.
Uno de esos motivos, es una buena y justa causa; el otro: la verdad.
Suena sarcástico, sin embargo, debemos reconocer que muchas veces desconocemos las verdaderas razones que motivan las cosas.
Judas una vez dijo: “¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella” (Juan 12:5,6)
Las cosas no siempre son lo que parecen. Solo Dios conoce el corazón.
Así también sucede ante la salvación.
Hay quienes dicen: Yo quisiera creer, pero no puedo. No tengo fe. Me gustaría tener la fe de los creyentes…
Y así se excusan buscando luego tranquilizar sus dudas existenciales, y de conciencia, en la ciencia, o con doctrinas humanas de perdición.
No se trata de no poder creer, sino de no querer.
La Biblia dice:
El que cree en el Hijo tiene vida eterna; PERO EL QUE REHUSA creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. (Juan 3:36)
Rehusar, implica una voluntad activa, lo cual resaltó el Señor, diciendo: “No queréis venir a mí para que tengáis vida” (Juan 5:40) véase (Proverbios 1:24,25 – Lucas 13:34)
Pensamientos para reflexionar