“Solamente oían decir: Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba. Y glorificaban a Dios en mí” (Gálatas 1:23)
Los Hechos de los Apóstoles narran la conversión de Saulo y como todo testimonio divino, dejado para nosotros, tiene enseñanzas maravillosas, que podríamos decir, se aplican de alguna manera como lineamientos generales a todas las conversiones.
En toda conversión, se necesita que el hombre se vea ante la luz. Que Dios hable; y que el hombre oiga.
“Repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Versículos 3 y 4)
Aquel que oye y no endurece su corazón (Hebreos 4:7) recibe una revelación del Señor. “Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (Versículo 5)
Quien se convierte verdaderamente da un vuelco en su vida, manifiesta el deseo de obedecer a Dios. Saulo dijo: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Versículo 6) y comienza a orar. “he aquí, él ora” (Versículo 11)
Quien se convierte, confiesa a Cristo mediante el bautismo, se congrega con los cristianos y comienza a testificar “y levantándose, fue bautizado” “Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco” “y en seguida predicaba a Cristo”
Finalmente, quien se convierte, sigue firme creciendo en la gracia. “Se esforzaba y confundía a los judíos… demostrando que Jesús era el Cristo” (Versículos 18, 19, 20 y 22)
Pensamientos para reflexionar