
“Había una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. Y Jesús Dijo:… Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?” (Lucas 13:11-16)
Por lo que nos enseña la Biblia, concluimos entonces, en que no podemos culpar al diablo cada vez que nos enfermamos, ni pensar que nuestras enfermedades son el castigo de Dios por algún pecado que estemos cometiendo. Pues no siempre es así. Lo importante es saber, que Dios está por encima de todo cuanto nos ocurre, y si él permite la enfermedad también provee los recursos que necesitemos. Él siempre está atento a nuestras oraciones y en su providencia, nos ha dado médicos y medicinas. Aunque también puede curar milagrosamente como respuesta a la oración si así lo desea.
Tenemos que tener en cuenta, que, si bien, la mano de Dios no se ha cortado para curar, no toda curación es divina. Reflexionemos: Si el diablo puede afligir y enfermar, también puede retirar la aflicción que él mismo infringe o la enfermedad que ha mandado, si con eso logra apartarnos de Dios, confundirnos y desviarnos de la verdad. De ahí el éxito de tantos curadores, que diciendo que son de Dios, pero en desobediencia a lo que dice la Biblia, dan testimonios de que la gente se cura al verlos, al recibir la imposición de sus manos, o en respuesta a sus oraciones de poder y sanidad.
El Espíritu de Dios tiene mucho poder, pero Dios dice: No creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios. (1 Juan 4:1)
Pensamientos para reflexionar