
“Pasad delante del arca de Jehová vuestro Dios a la mitad del Jordán, y cada uno de vosotros tome una piedra sobre su hombro, conforme al número de las tribus de los hijos de Israel… y cuando vuestros hijos preguntaren a sus padres mañana, diciendo: ¿Qué significan estas piedras? les responderéis: Que las aguas del Jordán fueron divididas delante del arca del pacto de Jehová; cuando ella pasó el Jordán, las aguas del Jordán se dividieron; y estas piedras servirán de monumento conmemorativo a los hijos de Israel para siempre” (Josué 4:1-7)
Dios siempre obró con Israel de una manera maravillosa. Esto lo vemos por ejemplo en el caso del cruce del mar Rojo, en el momento de su liberación. Un Dios que abriera el mar para que su pueblo pasara en seco, mientras ese mismo mar, resultaba ser el fin del poder opresor. Otro paso maravilloso por las aguas, fue el cruce del río Jordán para entrar en la tierra prometida, donde el pueblo también por intervención divina, cruzo el rio Jordán en seco.
Estos hechos, además de la enseñanza directa que tienen literalmente, nos hablan figurativamente, en sentido espiritual, muy elocuentemente.
Ambos episodios nos hablan de la muerte de Cristo.
El mar rojo, nos habla del poder de la muerte de Cristo sobre el poder del enemigo que nos esclavizaba. Su muerte poniendo fin a la antigua vida de esclavitud, y su resurrección colocándonos en un terreno nuevo. Salvos y libres.
El cruce del río Jordán, también nos habla de la muerte de Cristo, pero como por lo cual debemos pasar para ingresar en el terreno de las bendiciones espirituales prefiguradas en Canaán. Allí no es la muerte aplicada al poder del enemigo, sino la muerte de Cristo aplicada a nosotros mismos. Por eso se sacaron las doce piedras y se hizo un monumento conmemorativo, lo que representa que atravesamos por la muerte y fuimos rescatados de allí, formando una unidad en Cristo.
Pensamientos para reflexionar