
“Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:14-16)
“Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación” (1 Tesalonicenses 4:3)
Hay atributos de Dios que los hombres no toleran. Uno de ellos es su soberanía. Pues, que Dios haga lo que quiera, como quiera y cuando quiera, resulta intolerable. Los seres humanos quieren un Dios maleable que de cuenta de sus razones y al cual pueda comprender. Y Dios no es así. Él está por sobre todo y la mente humana no puede discernirlo.
Con todo eso, quizás, el atributo divino menos tolerable para los hombres sea la santidad. El hombre puede aceptar que Dios sea amor y se animaría a vivir con él, pues siendo amor, sabe que Dios solo le haría bien. Puede aceptar que Dios sea todopoderoso y se animaría a vivir con él, pues se sentiría protegido en su presencia, lo mismo con sus otros atributos divinos, pero con la santidad es distinto, pues la santidad de Dios espanta a los hombres. El hombre no quiere vivir en la presencia de alguien que sea santo y perfecto pues eso marca un estándar al cual no llega y lo pone en evidencia. Por esa razón, huye de lo santo para que no se note su inmundicia. Sin embargo, Dios sigue buscando al hombre y le ofrece por medio de Jesucristo una salvación tan maravillosa que incluye la santificación que lo limpia de todo pecado y lo hace santo y sin mancha. (1 Juan 1:7 y Efesios 1:4) ¡Bendito sea nuestro Dios!
Pensamientos para reflexionar