LA SANIDAD DE LAS AGUAS

(Véase 2 Reyes 2:18 al 22)

“Entonces él dijo: Traedme una vasija nueva, y poned en ella sal. Y se la trajeron. Y saliendo él a los manantiales de las aguas, echó dentro la sal, y dijo: Así ha dicho Jehová: Yo sané estas aguas, y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad. Y fueron sanas las aguas hasta hoy” (2 Reyes 2:20-22)

Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová” (Jeremías 30:17)


Estando Eliseo en Jericó, los hombres de la ciudad le dijeron: He aquí, el lugar es bueno… más las aguas son malas, y la tierra es estéril” (2 Reyes 2:19) Aquí tenemos representado un cuadro muy descriptivo, no solo de aquel lugar, sino de lo que es la tierra. El lugar es bueno, pero en ese lugar se pronunció una maldición. Lo mismo ocurrió en la tierra (Véase Josué 6:26 y Génesis 3:17) Por lo tanto, un lugar bueno, pasó a ser un lugar donde las aguas, figura de la vida misma, es mala, y la tierra se hizo improductiva.

Entonces, Eliseo obrando como obró Dios,  dijo que era necesario una vasija nueva con sal. Dios trajo a este mundo una vasija nueva. Un hombre nuevo. Dios miró desde los cielos para ver si había alguno que se pusiese en la brecha a favor de la tierra y evitara el mal, pero no lo halló (Ezequiel 22:30) Entonces envió a su Hijo desde los cielos. Si los creyentes hoy somos vistos como sal (Mateo 5:13) es porque estamos vinculados a Cristo. Y el hombre Cristo Jesús, la vasija nueva preservadora, no fue a mitigar las consecuencias sino la causa. Fue al origen, al manantial y como el origen del mal es el pecado, él se ofreció como ofrenda por el pecado y sanó las aguas para que no hubiese más en ellas muerte.


Pensamientos para reflexionar

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