“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8,9)
“Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; más al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:4,5)
Para muchos es inaceptable el pensamiento que la salvación no se pierde. No admiten de ninguna manera que una vez salvo, siempre se es salvo, porque han sido enseñados que la salvación es algo que, si bien, se nos presenta por gracia, una vez obtenida, es responsabilidad del creyente conservarla mediante su comportamiento. Y que en el caso de que los creyentes flaquearan en su fe, cayeran en pecado o no estuvieran firmes como Dios espera de sus hijos, pierden la salvación.
A esa conclusión se llega por mala interpretación de algunos pasajes bíblicos y por lo general por el error de basar la salvación en el FE, no en la GRACIA.
La salvación es por GRACIA, mediante la FE. Descansa en la gracia no en la fe. La fe es el medio por el cual uno se beneficia con ella, pero la base es la gracia de Dios.
Si se invierten los conceptos y la salvación la basamos en la fe, ¿Qué sucede cuando la fe flaquea? Flaquea la salvación. Por eso, es que quienes basan la salvación en la fe, no pueden estar seguros de su salvación, porque siempre está latente la posibilidad de flaquear y perderla.
Gracias al Señor, la salvación no depende de nosotros, sino del valor de la obra de Cristo hecha a nuestro favor. Se recibe por fe, pero se basa en la gracia.
Pensamientos para reflexionar