“Cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:4,5)
“No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7)
La fábula del escorpión y la rana, nos hace ver que ante las acciones irrefrenables de la vieja naturaleza no hay lógica ni coherencia. Que las personas pueden prometer y desear obrar bien, pero que no tienen la fuerza para mantener sus promesas y en algún momento nos decepcionarán. Por eso, la Biblia enseña que todo el género humano, padece del mismo mal, y que Dios, en su gracia, no solo debe salvar al hombre de la condenación del pecado, sino también transformarlo. Dios, no solamente nos perdona en Cristo, sino que también opera en nosotros haciéndonos nacer de nuevo.
Toda persona necesita una nueva naturaleza. Nacer espiritualmente por medio de la Palabra y el Espíritu (Juan 3:3 al 5) La Palabra y el Espíritu producen el lavacro de la regeneración (Tito 3:5)
La Biblia enseña que la unión de un creyente con un incrédulo es un yugo desigual (2 Corintios 6:14) Muchos, comprueban eso al ser traicionados por personas a quienes consideraban buenas y se preguntan: ¿Cómo puede ser que esa persona buena en la que confié, terminará portándose así? La respuesta es sencilla. Fue a causa de su naturaleza.
Las personas pueden mostrarse buenos y amables, pero eso no alcanza, necesitan ser regenerados y renovados por medio de Jesucristo. Necesitan una nueva naturaleza que ya no los incite ni arrastre hacia el mal. Por eso, todos absolutamente necesitan nacer de nuevo.
Pensamientos para reflexionar