“¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?” (Jeremías 13:23)
“Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (7:18-20)
La fábula del escorpión y la rana, de Esopo (Fabulista griego 600 A.C). Dice que el escorpión le pidió a la rana que lo ayudará a cruzar el río cargándolo sobre su espalda, a lo cual la rana se negó diciéndole que si ella lo cargaba él la iba a picar. Entonces el escorpión le dijo: No, de ninguna manera. Te doy mi palabra. Piensa: Si yo me acerco y te pico, no podré cruzar. Si te pico cuando me cargues ambos terminaremos ahogándonos. Entonces la rana tomó como lógicas las palabras del escorpión y lo cargó en sus espaldas. Cuando estaban a la mitad del río, la rana sintió un fuerte pinchazo y exclamó: ¡No! Me estoy hundiendo, me muero… ¿¡Cómo pudiste hacerme eso!? Me prometiste que no ibas a hacerlo… Pero el escorpión respondió: Es mi naturaleza, no pude evitarlo…
Esta hermosa fábula, nos habla elocuentemente a los creyentes de lo que es la naturaleza del hombre y como, contra el poder de esa naturaleza corrompida y mala, no hay lógica ni coherencia.
Esto lo constatamos al ver vidas destruidas, hogares destruidos, familias destruidas y ante las preguntas que la gente se hace sorprendida, tales como: ¿Cómo pudo obrar así con su esposa? ¿Cómo pudo hacerle eso a sus padres? ¿Cómo pudo ensuciarse por tan poco?…
La respuesta es como la del escorpión. Es a causa de una irrefrenable naturaleza…
Continúa en la parte 2
Pensamientos para reflexionar