“Yéndose luego David de allí, huyó a la cueva de Adulam; y cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, vinieron allí a él. Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres” (1 Samuel 22:1,2)
“Acercándoos a él, (a Jesús) piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa” (1 Pedro 2:4)
En David encontramos una figura del Señor Jesús en muchos de los episodios que marcaron su vida. Él venció al enemigo, fue ungido para reinar según el deseo del corazón de Dios. Y quien, a pesar de ser quién debía reinar, tuvo que esperar su momento, experimentando durante la espera, el rechazo, el perseguimiento injusto, y todo el odio del hombre que se levanta contra lo que es de Dios. Tal como en este tiempo sufre Cristo mientras espera tomar el reino.
David huía de Saúl, el rey según el deseo de los hombres, de la voluntad de la carne. Y fue la cueva de Adulam. Bendito lugar de refugio, donde se juntaron con él sus hermanos y su familia, y todos aquellos que tenían grandes necesidades espirituales.
Hoy en día las necesidades son similares, Hay muchos que gimen bajo el peso de las deudas morales y espirituales. Hay quienes están afligidos y necesitan el consuelo divino. Hay quienes tienen amargura de espíritu y necesitan entregarle su vida a Cristo, y hacer como aquellos, de los cuales se dice: “y fue jefe de ellos”
Esa cueva de Adulam la encontramos reuniéndonos en torno al Señor, nuestro jefe, nuestro salvador. Allí envía Dios bendición y vida eterna (Salmo 133:3) Bendición para todos los suyos y vida eterna para quienes necesitan entregar sus vidas al Salvador para el perdón de sus pecados.
Pensamientos para reflexionar