
“En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea…
y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados. Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3:1-7)
Por medio de su Palabra, Dios nos enseña que hay cosas a las cuales les tenemos que hacer frente y combatir, y otras, de las cuales tenemos que huir. Se nos dice que huyamos de la idolatría (1 Corintios 10:14) de la fornicación (1 Corintios 6:18) de las pasiones juveniles (2 Timoteo 2:22) y de muchas otras cosas ante las cuales no podemos confiarnos.
Sin embargo, aunque la directiva es clara, es necesario huir como corresponde. Antes que Jesús comenzara su ministerio, para que estuvieran en condiciones de recibir al Mesías, Juan el bautista, predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. Muchos procedieron a dar ese paso, pero también fueron los fariseos y saduceos, religiosos no arrepentidos que aparentaban tener un corazón para Dios, a los cuales Juan les dijo: Generación de víboras ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Lucas 3.7)
Aquella generación, necesitaba huir de la ira que vendría sobre ellos. En la actualidad igualmente se necesita huir y ser salvo de la ira venidera. Pero, ¿de qué manera? ¿Siguiendo una religión, bautizándose?: No, pues para huir de la ira venidera, el hombre necesita reconocerse pecador, arrepentirse y aceptar a Cristo. Pues, si no, como sucede con el bautismo cristiano y como con el bautismo de Juan en su momento, nada tiene validez si lo que se confiesa no es cierto.
Pensamientos para reflexionar