Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá (Génesis 3:17,18)
“Faltó el misericordioso de la tierra, y ninguno hay recto entre los hombres… El mejor de ellos es como el espino; el más recto, como zarzal” (Miqueas 7:2 y 4)
Como consecuencia del pecado, la tierra produce espinos y cardos… (Génesis 3:18)
Esto es terrible, pues tiene una repercusión, tanto literal como espiritual.
Adán, constató que en los lugares donde tendría que haber brotado la bendición de la tierra, brotaban espinas y cardos.
En el sentido espiritual sucede algo similar, pues vemos como en la tierra, a causa del pecado, no brota lo que debería brotar, sino que en su lugar brotan cosas como los espinos y cardos que son cosas que lastiman, hiriendo en lo más profundo.
Adán lo sufrió y Jesús también las experimentó en carne propia.
Pensemos por un momento: A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. (Juan 1:11) en el momento en el que Dios visitó la tierra y caminó por ella, en lugar de brotar agradecimiento y adoración, brotaron las formas más groseras del odio de tal manera que el Señor dijo: “Me devuelven mal por bien, Y odio por amor.” (Salmos 109:5)
Y como resultado final y sello de su desprecio, los hombres dijeron: “No queremos que este reine sobre nosotros” (Lucas 19:14) “y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!” (Mateo 27:29)
¡Qué increíble! La tierra produjo para su Señor espinas y cardos …
Pensamientos para reflexionar