“Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa” (Lucas 14:23)
“La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él” (Lucas 16:16)
“Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán” (Lucas 13:24)
La Biblia habla de esforzarse. Hay quienes sitúan los esfuerzos del hombre donde no corresponden, y sin darse cuenta basan su salvación y la seguridad de la misma en sus propios esfuerzos, fuerza de voluntad y actitud; sin pensar que, si fuera así, la salvación no sería por gracia mediante la fe, sino por obras, mediante el esfuerzo.
Para entrar en el reino de Dios hay que esforzarse para vencer los prejuicios, el “qué dirán”, la oposición familiar, religiosa y el deseo de conservar una vida que debe perderse para alcanzar la vida verdadera. Si Dios no interviniera, el hombre, quedaría inmóvil, sin dar el paso. Pero Dios obra, le hace ver el estado de perdición en la que se encuentra y lo trabaja por medio de su Espíritu forzándolo a entrar (Lucas 14:23)
Se necesita esforzarse, la puerta es estrecha y hay que dejar muchas cosas, pero, por la fuerza espiritual que lo empuja, el hombre traspasa la puerta y es salvo por gracia.
Éste es el esfuerzo que se menciona en la Biblia. No un esfuerzo para cambiar la naturaleza pecaminosa, ni los gustos de la carne, porque eso no cambia. Dios da una nueva naturaleza que rechaza todo aquello, y la fuerza del Espíritu Santo en nosotros para vivir sin rendirnos al pecado, pero eso es un cambio que produce Dios, y no el esfuerzo del hombre.
Pensamientos para reflexionar