“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir” (Eclesiastés 3:1,2)
“Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:1,2)
David dijo: “Oh Jehová, tu eres mi Dios. En tu mano están mis tiempos” (Salmo 31:15) Y esto quedó como testimonio y enseñanza para nosotros, para que al igual que David, reconozcamos la grandeza de Dios y su soberanía. Para que seamos conscientes que de él dependemos en todo.
Hay quienes aplican este versículo a su vida, cuando cuentan acerca de su conversión, diciendo que luego de muchos años de haber incursionado en malos caminos, un día, finalmente, se reconocieron pecadores perdidos ante Dios y se entregaron a Jesucristo. Y dicen: En sus manos están mis tiempos, todo llega. Allí me llegó el momento de convertirme…
Debemos tener presente que Dios no tiene en sus manos los tiempos de nuestra conversión y debido a eso uno se convierten de jovencitos y viven felices y otros se convierten en la vejez luego de haber malgastado su vida viviendo en pecado. Dios quiere que los hombres lo reconozcan y reciban a Cristo por fe, desde que tienen plena conciencia. Él quiere las primicias de nuestra vida (Proverbios 3:9) Quiere que desde temprana edad el hombre le entregue su corazón.
Quien se niegue hacerlo, no debe confundirse pensando que, si alguna vez deja de rehusar creer en el Señor Jesús como su salvador, ese será el momento que Dios eligió y por eso su decisión le llevó tanto años, sino reconocer que el tiempo transcurrido fue debido al rechazo voluntario de su corazón.
Pensamientos para reflexionar