“Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas” (Génesis 1:14-16)
En la Biblia encontramos expresiones figurativas que nos hacen ver y corroboran grandes verdades. Las figuras no son para hacer doctrinas con ellas, sino para ratificar lo que se nos enseña en otras porciones bíblicas. Por eso, dirigidos por el Espíritu Santo se utilizan sacando de ciertos relatos bíblicos o expresiones, aplicaciones espirituales.
Por ejemplo, al profeta Malaquías anuncia la salida del Sol de justicia, el cual cuando venga traerá salvación. (Malaquías 4:2) Esa metáfora no es extraña para el creyente, porque el sol es el astro rey, y el Señor es a quien le corresponde el reinado eterno. También porque él dijo de sí mismo que es la luz del mundo. La luz que cuando vino al mundo, el hombre rechazó y que, al volver al cielo dejó al hombre en las tinieblas en las que se encontraba. Debido a esto, el periodo que vivimos ahora, donde la luz está ausente, es considerado, la noche. Una noche que está avanzada (Romanos 13:12) y que durará hasta que vuelva Cristo.
En este tiempo de oscuridad, durante la noche, alumbra la luna. La luna, generalmente figura de Israel, se aplica también como figura de la Iglesia, la cual no tiene luz propia, pero que refleja la luz del sol. Aquellos que antes eran tinieblas, ahora son luz en el Señor, (Efesios 5:8) e iluminan en la oscuridad moral de este tiempo.
Pensamientos para reflexionar