EL SÁBADO EN EL SEPULCRO

“Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3,4)

“Ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” (Romanos 7:6)


El Cristo debía morir y resucitar (1 Corintios 15:3,4) Las Escrituras anunciaban de antemano los sufrimientos de Cristo y las glorias que vendrían tras ellos (1 Pedro1:11)  

Sin contradicción alguna, la Biblia menciona su resurrección al tercer día. A la manera de contar de los judíos, parte del día se contaba como un día entero. Por eso, Cristo habiendo muerto un viernes por la tarde y habiendo resucitado el domingo bien temprano, se contabilizan tres días.

El sábado, fue el día que en el cuerpo del Señor pasó enteramente en el sepulcro. El domingo resucitó.

El sábado era y sigue siendo el séptimo día. El final de una semana, y final de un siclo. Era el símbolo de la alianza del pueblo terrenal de Dios (Israel) bajo la ley.

Así como el sábado marcaba el final de un siclo, el domingo marca el comienzo de otro. “El fin de la ley es Cristo” (Romanos 10:14) La ley le marcaba al hombre su pecado y le anunciaba que la paga del pecado es muerte, pero no podía darle nada más. Sin embargo, cuando un pecador recibe a Cristo como su Salvador, la ley ya no puede exigirle nada. Quien murió pagando por sus pecados lo sustituyó y esto da por finalizado el asunto. De allí en más, una vida nueva, vinculada a la resurrección de Cristo, quien resucitó un domingo, marcando un nuevo comienzo.


Pensamientos para reflexionar

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