El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro… y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús… Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día. (Lucas 24:1-7)
El domingo por la mañana, María Magdalena fue al sepulcro y vio quitada la piedra. El Señor había resucitado. El viernes había dado su vida, el sábado lo pasó en el sepulcro, pero el domingo resucitó victorioso de entre los muertos. Quien tenía poder para poner su vida y poder para volverla a tomar, había resucitado.
En la resurrección de nuestro Señor Jesucristo se ve una acción trinitaria. Dios le resucitó de los muertos (1 Pedro 1:21) El Señor resucita en base a su propio poder para volver a tomar la vida que había entregado (Juan 10:18) Y el Espíritu Santo actúa vivificándolo, es decir volviéndolo a la vida (1 Pedro 3:18)
La muerte no tuvo poder para retenerlo. El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado la ley (1 Corintios 15:56) Y nuestro Señor ya había pagado llevando el castigo por el pecado. Dios había hecho consumación y no tomaría venganza dos veces (Nahúm 1:9) Por lo tanto, quien había muerto, salió de la muerte victorioso en un día domingo, primero de la semana.
El domingo, no es el séptimo día, es el primero de la semana. Tampoco es el día del reposo de los cristianos, sino el día de la resurrección de nuestro salvador. El día que nos habla de un nuevo comienzo y que está ligado no al antiguo pacto, sino a la fe cristiana.
Pensamientos para reflexionar