EL CORDERO PARA EL SACRIFICIO

“Ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados” (Hebreos 10:11)

Pero ahora, en la consumación de los siglos, (Cristo) se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado” (Hebreos 9:26)


Dios re reveló progresivamente y desde que el hombre cayó en pecado, le mostró la necesidad de un cordero que se interpusiera entre ambos. Siempre puso de manifiesto la necesidad de una victima inocente que recibiera el castigo por sus pecados y errores. Obviamente, esos sacrificios no podían quitar el pecado, pero lo cubrían, y Dios que los había establecido se daba por satisfecho, porque esos sacrificios hablaban a su corazón elocuentemente y además anticipaban a los hombres, el sacrificio expiatorio de Cristo que se cumpliría a su tiempo.

Para los hombres, tal como está escrito “Dios proveería el cordero para el holocausto” (Génesis 22:8) Todos los sacrificios que se ofrecieron a través de los tiempos, anticipaban el sacrificio de Cristo, pero no podían hacer más que eso. Un sacrificio suficiente para que la justicia y santidad de Dios fuesen satisfechas no podía proveerlo el hombre, y como la salvación es de Dios (Salmos 3.8, Jonás 2:9) “Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que nos redimiese” (Gálatas 4:4,5)

¡Bendito sea nuestro Dios! Él nos proveyó una salvación maravillosa por medio de Jesucristo quien se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios (Hebreos 9:14)

El salvador que vio Juan el bautista y del cual dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29)


Pensamientos para reflexionar

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