“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:2-4)
“Aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual, aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:6)
Alguien alguna vez escribió sobre el poder de una piedra, diciendo algo así al respecto, sobre las piedras grandes y pequeñas que encontramos en el camino.
El distraído tropezó con ella. El constructor la utilizó para la edificación. Un niño la utilizó para subir y jugar sobre ella. El campesino cansado descansó a su amparo. Miguel Ángel sacó de ella una hermosa escultura. David, con una piedra mató al gigante que lo amenazaba…
Siempre son piedras, y las encontramos en el camino, la diferencia no está en su tamaño, ni en su composición, sino en lo que hacemos con ellas.
Así son los problemas y las pruebas que atravesamos en nuestra vida. Lo que para algunos es una carga pesada y los hunde, a otros los fortalece espiritualmente y los hace vivir en una comunión más íntima con el Señor.
Para algunos, las pruebas son el elemento principal en su edificación. Otros, como Miguel Ángel, descubrieron por ellas, la obra maravillosa de Dios, que estaba en su contenido y que los demás no notaron. Y otros, quizás, como David, las utilizan en sus luchas derribando gigantes.
Las piedras siempre estarán formando parte natural del camino, lo importante es la actitud que tomemos frente a ellas. No desmayemos, ni nos quejemos, ni demos lugar al diablo. Oremos a nuestro Dios para que nos ayude a discernir en ellas su voluntad y utilicémoslas convenientemente.
Pensamientos para reflexionar