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“Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15:8,9)
“Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe, no atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad” (Tito 1:13,14)
Los cristianos nos guiamos por las enseñanzas de la Biblia. Allí tenemos la sana doctrina que debemos conocer y seguir. La Biblia es la palabra de autoridad por sobre todo concepto, opinión privada, dogma de fe, o mito que crean los hombres.
Un dogma de fe, es una decisión, un decreto, u ordenanza que toma una asamblea eclesiástica y que los demás tienen la obligación de aceptar. Un mito es una creencia aceptada sin objetividad que las personas dan como cierta.
Muchas personas, creen que, para no discutir las cosas de Dios, solo hay que predicar el evangelio y no hablar de doctrina. Esa es una mala interpretación de lo que es la doctrina.
Doctrina significa enseñanza. Cuando uno dice que Dios creo los cielos y la tierra, o que Jesús es el Hijo de Dios, está presentando doctrina cristiana. Todo lo que dice Dios por medio de su Palabra es doctrina. Por eso, al tomar la palabra abriendo las Escrituras, siempre hablamos de doctrina. Lo que debemos cuidar, es no tomar interpretaciones particulares y presentarlas como doctrinas fundamentales. Pues, si lo hiciéramos, estaríamos haciendo lo mismo aquellos que toman como dogma de fe las conclusiones a las que llegaron y que luego imponen en sus respectivos círculos, transformándose en sectarios. Determinando que todos aquellos que no están de acuerdo con sus interpretaciones privadas, no puedan tener comunión con ellos.
Pensamientos para reflexionar
