Oh Jehová, ¿no miran tus ojos a la verdad? Los azotaste, y no les dolió; los consumiste, y no quisieron recibir corrección; endurecieron sus rostros más que la piedra, no quisieron convertirse. (Jeremías 5:3)
Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. (Hebreos 3:121,13)
Sobre parte de un entablado de madera, pegaban afiches con publicidades. Detrás del entablado trabajaban unos obreros. Un día se originó un tiroteo y las balas atravesaron la pared de tablas, pero los obreros salieron ilesos, pues las balas no pudieron atravesar la parte de la pared que tenía una gruesa capas de afiches. Esa escena nos hizo pensar que así cómo aquellos simples afiches de papel, uno sobre otros, fueron formando con el tiempo una gruesa capa que ni siquiera las balas atravesaron; en el corazón del hombre, hay cosas que van formando una resistencia que lo vuelve casi inexpugnable.
Cuando vemos a nuestros jóvenes amando este mundo, algunos dicen: “Hay que tener paciencia, hay que dejarlos, ya van a hacer experiencias y se darán cuenta”. ¡Cuidado! Eso es un error. Debemos hablarles y aconsejarles incansablemente para que se vuelvan a Dios, predicándoles la Palabra de verdad.
La Biblia dice: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores” (Salmo 1:1) Las malas experiencias, no solo dejan la marca, sino que endurecen el corazón. Las personas cuanto más se extravían, más duros se hacen y no les llega lo que se les dice.
Oremos por todos aquellos que vemos con corazones endurecidos, para que la Palabra que quebranta la roca, quebrante sus corazones y la semilla del evangelio de frutos para vida eterna.
Pensamientos para reflexionar