(Véase la historia de Absalón en 2 Samuel capítulos 13 al 18)
“…No se volvió a mí de todo corazón, sino fingidamente, dice Jehová. (Jeremías 3:10)
“Si se convirtieren a ti de todo su corazón y de toda su alma en la tierra de su cautividad… tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada, su oración y su ruego, y ampararás su causa, y perdonarás a tu pueblo que pecó contra ti” (2 Crónicas 6:38.39)
El caso de Absalón es muy distinto al del hijo pródigo. Absalón era uno de los hijos de David, preferido de David.
Davíd tenía hijos con varias de sus esposas. Absalón y Tamar eran hermanos, pero tenían otro hermano llamado Amnón, que se llegó a su hermana Tamar y la deshonró. Tal vileza, era digna de muerte, pero Davíd no hizo nada, Absalón, que era un hombre sin Dios, esperó dos años y finalmente mató a su hermano y huyó de casa.
Con el paso del tiempo, Davíd se había consolado de la muerte de su hijo Amnón y extrañaba a su predilecto Absalón. Joab, general del ejercito de David, que era un hombre totalmente ventajero, vio conveniente convencer a David para que Absalón volviera. Así luego de tres años, Absalón volvió.
¿Volvió arrepentido? ¿Estando lejos pensó en sus hechos y su corazón fue convencido de pecado? De ninguna manera. Su padre lo lloraba todos los días, pero fue flojo, lo recibió y esto fue para la ruina de ambos. Poco tiempo después Absalón se sublevó contra su propio padre y murió mal.
Ante el pecado, es muy importante el arrepentimiento y la confesión, sin arrepentimiento no puede haber restauración ni cambios. Tanto el hijo pródigo como Absalón pecaron y se fueron de casa, pero volvieron de manera muy distinta. Al pródigo lo trajo el trabajo de Dios, a Absalón, los sentimientos carnales.
Pensamientos para reflexionar