“Y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando” (Hechos 13:45)
“Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios?” (Romanos 9:20)
“Ciertamente yo sé que es así; ¿Y cómo se justificará el hombre con Dios? Si quisiere contender con él, No le podrá responder a una cosa entre mil. El es sabio de corazón, y poderoso en fuerzas; ¿Quién se endureció contra él, y le fue bien?” (Job 9:2-4)
Un padre solía jugar con su hijo y le preguntaba: ¿Qué harías si te corre un perro? Y cuando, por ejemplo, el niño decía: Correría y me escondería en una casa, el padre le decía: ¿Y si no hubiese casa? Entonces el niño decía, me subiría a un árbol… A lo cual el padre volvía a preguntar: ¿Y si no hubiese árbol? Y así, cada vez. Para cada respuesta del niño el padre tenía una nueva imposibilidad.
Ese juego entre padre e hijo, nos hace pensar en aquellas conversaciones con quienes se oponen a la verdad. Ellos siempre tienen un problema para cada solución. Siempre tienen una pregunta para cada respuesta. Nada satisface al hombre en esas condiciones, Porque “no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14) Y porque, además, en realidad tampoco quieren saber la verdad, sino que discuten y contradicen lo que se les dice acerca de Dios, pensando que todo aquello que ellos no entienden, es porque para esas cosas Dios no tiene respuesta.
Personas así nunca están satisfechas, porque la Biblia no está escrita para satisfacer sus curiosidades. Ellos cierran sus corazones cuando Dios les habla por medio de su Palabra, y se excusan en las supuestas contracciones que encuentran, sin tratar de dilucidarlas con reverencia ante Dios.
Pensamientos para reflexionar