“Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida” (Génesis 3:22-24)
En medio del huerto de Edén estaba el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal, bien diferenciados del resto de los demás árboles. En el comienzo, el árbol de la vida no tenía ninguna prohibición. Sin embargo, todo cambió cuando el hombre pecó, desobedeciendo al comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Debido a eso, Dios sacó fuera del huerto al hombre, y puso querubines y una espada encendida que se revolvía impidiéndole el paso. (Véase Génesis 3:22-24)
Que Dios haya cerrado el acceso al árbol de la vida luego de que Adán pecara era lógico y natural. Los redimidos son los que tienen derecho de gustar del fruto del árbol de la vida como está escrito (Apocalipsis 2:7 y 22:14) El hombre caído, arruinado por el pecado y muerto espiritualmente, no podía gustar de ese fruto, lo cual, también en un sentido, hubiera representado que viviría para siempre en ese estado perdido.
En los planes de Dios, estaba la redención. Dios enviaría a su Hijo desde los cielos, “para que tengamos vida” (Juan 10:10) para que pagará por nuestros pecados muriendo en nuestro lugar (Zacarías 13:7)
Hoy el camino está abierto, el verdadero árbol de la vida es Jesucristo, “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16)
Pensamientos para reflexionar