“Profesando ser sabios, se hicieron necios (Romanos 1:22)
“No oyeron, ni inclinaron su oído, antes se fueron cada uno tras la imaginación de su malvado corazón” (Jeremías 11:8)
“Y vosotros habéis hecho peor que vuestros padres; porque he aquí que vosotros camináis cada uno tras la imaginación de su malvado corazón, no oyéndome a mí” (Jeremías 16:12)
El hombre bendecido por Dios y puesto por encima de una creación buena en gran manera, pronto desobedeció a Dios y cayó en las profundidades del pecado. Después de que comiera del árbol de la ciencia del bien y del mal, Dios dijo: “He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:22)
Dicen los estudiosos de la lengua hebrea, que la palabra sabiendo, o conociendo, entre otras acepciones, significa: Decidir, determinar, llegar a la conclusión… Y justamente ese es un derecho que solo le pertenece a Dios, pero que el hombre caído no lo admite.
El hombre luego de haber pecado se arroga ese derecho y se atreve a discutirle al mismo Dios. Basta que a alguien se le diga: Dios dice que eso está mal, responde: ¿Por qué? ¿Quién dijo que debe ser así? Y no lo admite ni obedece, porque al pensar en esos hechos, llega a otra conclusión, y su propia conclusión es la guía que defenderá a muerte, transformándose en dios para sí mismo.
El ser humano es así. Debido a esto, se dice que los que se salvan, son los que le creen a Dios. “Justificados pues ´por la fe” No los sabios en su propia opinión que desean determinar cómo son y deben ser las cosas por ellos mismos, desde su condición limitada y arruinada por el pecado.
Pensamientos para reflexionar