“Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. Asimismo, que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, ¡como corresponde a mujeres que profesan piedad! (1 Timoteo 2:8-10)
“Comprobando lo que es agradable al Señor” (Efesios 5:10)
El Señor, al enviar a los doce, a predicar el reino de Dios, les dijo “que no llevasen nada para el camino… Sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas” (Marcos 6:9)
Indudablemente, esas directivas, les recordaban en todo momento que, como siervos de Dios dependían absolutamente de su Señor. Llevar dos túnicas, era tomar una doble provisión, innecesaria, ya que el Señor proveería de todo.
Más allá de estas enseñanzas preciosas que vemos en primera medida, podemos pensar también en el significado alegórico de la túnica. La túnica era la vestimenta, lo que la gente veía exteriormente en los otros, por eso, en las escrituras es también un símbolo del testimonio.
Nuestro Señor tenía una túnica de una sola costura, de un solo tejido, lo cual nos habla de integridad, de una vida perfecta, sin mezcla (Juan 19:23)
Como cristianos somos llamados a andar como él anduvo, y hasta los detalles mínimos de nuestra vida deben ser para la gloria de Dios, testificando que le pertenecemos. Por eso, en el sentido espiritual, debemos cuidarnos de no vestir dos túnicas.
Los cristianos no tenemos una vida, un testimonio, un comportamiento los días de reunión, y otro distinto en nuestras ocupaciones ordinarias. Nos preocupamos por serle agradables todos los días, no únicamente los domingos, vistiendo y actuando, no con religiosidad, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. (Colosenses 3:22)
Pensamientos para reflexionar